Últimamente escucho a muchas personas de mi alrededor percibir la vida en términos de trabajo y de rendimiento, parece que «el no hacer nada» viene siendo algo malo que hay que remediar rápidamente.
Me preocupa como la actividad absorbe todos los momentos del día dejando poco lugar para el tiempo libre. Parece que hemos olvidado las ventajas que este tiempo libre nos aporta, el silencio, la exploración, la observación de la belleza,sin ruido ni estímulos constantes.
El silencio particularmente me resulta reparador en un mundo donde es obligado comunicarse a todas horas ¿qué ocurre si no tengo nada que decir que merezca la pena? a veces necesitamos tiempo para pensar y esto no puede darse en la obligación de hacer y menos en la inmediatez.
Quizá por eso he vuelto a leer más poesía que antes, cuando la obligación de producir se apodera del lenguaje se convierte en algo superficial, poco profundo y con demasiada información que asimilar.
Y nuestro vínculo con el mundo natural también está determinado por la acción, vas a la montaña a «hacer algo» no a simplemente «estar». Por eso en los últimos meses he retomado mis baños de bosque. He comenzado de nuevo a «cuidarme» y a nutrirme de la tierra.
La naturaleza resulta reparadora, revisar nuestro vínculo con ella es fundamental. La naturaleza está libre de utilidad y su rasgo esencial es «no hacer nada». Su auténtico lenguaje es desplegar su belleza y sensibilidad a través de todos los seres que la habitan. No es necesario comprender nada, sólo vivirlo.
«Decisión quiere decir: ahora. Aquello que le precedía era la reflexión, la calibración, la espera de la oportunidad y el momento propicios.
Decisión quiere decir: actuar sin preguntas, sin respuestas, sin dudas y con todas las consecuencias.
La decisión termina con algo viejo y pone en marcha lo futuro.
Algunas veces es un vendaval que arranca la hojarasca marchita de los árboles, y que cesa en cuanto haya cedido lo que se interponía en su camino. Entonces, el sol puede volver a lucir»
La única manera de avanzar
es desprenderse de uno mismo, extraer al ser de la palabra,
al acto de la intención, a la emoción del adueñamiento
y al deseo de su objeto imaginario,
ir horadando el túnel, perder una y mil pieles,
consumir lo superfluo en una fiesta de llamas,
dejar que se desinflen lo yo parásitos, no ser ni esto ni lo otro,
unir los dos polos en un sólo círculo,
atrapar la mirada que está detrás de la mirada,
de ojo en ojo ascender hasta la conciencia final
donde todo lo injertado, tatuado, copiado, falsificado
es llevado por el viento como un enjambre de pétalos.
Mente vacía y corazón lleno,
calmando el deseo, deshaciendo los nudos ciegos,
integrando el árbol acorazado al bosque desnudo,
nuestra patria son las huellas que dejamos
en la corteza de la Tierra,
nuestra edad es la del cosmos,
en nuestro corazón habitan los que fueron,
los que son y los que nacerán,
venimos del todo, vamos hacia el todo, somos el todo.
Nunca más nuestra mente defecará definiciones,
nunca más en nuestro pecho silbará la víbora de la crítica,
nunca más entre nuestras piernas
el deseo de una carne sin alma afilará sus anzuelos,
nunca más nuestro cuerpo aspirará a ser una máquina eterna,
venceremos ese grito de ignorancia que es la angustia,
despegándonos del pegajoso suelo
donde quieren echar raíces nuestros pies
eligiremos como camino
la impalpable sombra y el sólido vacío,
venceremos el espejo que compara
sembrando en nuestra alma
la amargura de la inferioridad,
demoleremos la pirámide de ancestros que llevamos
incrustada en la espalda
encadenándonos al cadáver de un tiempo estancado,
cavando hasta el fondo de nosotros mismos
llegaremos por fin al orígen donde la palabra se disuelve
y nuestro espíritu es el centro de todo lo que existe.
Placer incesante, orgasmo eterno,
silencio que es la suma de todas las músicas.
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador.
Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. El había aprendido a hacer caso riguroso a estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención.Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores; la rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada.Una portezuela de bronce lo invita a entrar. De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción…Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida.
Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla, decía: Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas.
El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años… Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó. Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
– No, ningún familiar dijo el buscador. – ¿Qué pasa con este pueblo? – ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? – ¿Porqué tantos niños muertos enterrados en este lugar? – ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente? – ¿Qué los ha obligado a construir un cementerio de chicos?
El anciano se sonrió y dijo: – Puede Ud. serenarse. – No hay tal maldición. – Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. – Le contaré.
Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí, colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: A la izquierda, qué fue lo disfrutado y a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo. Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos. Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
Os comparto hoy una bella poesía donde el autor a través de las palabras expresa sus sentimientos y afectos. Unas líneas que nos invitan a reflexionar y mirarnos de manera profunda, con atención, en silencio y conectados al corazón.
Desde los afectos
¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?
Que uno tiene que buscarlo y dárselo. Que nadie establece normas, salvo la vida. Que la vida sin ciertas normas pierde formas. Que la forma no se pierde con abrirnos. Que abrirnos no es amar indiscriminadamente. Que no está prohibido amar. Que también se puede odiar. Que la agresión porque sí, hiere mucho. Que las heridas se cierran. Que las puertas no deben cerrarse. Que la mayor puerta es el afecto. Que los afectos, nos definen. Que definirse no es remar contra la corriente. Que no cuanto más fuerte se hace el trazo, más se dibuja. Que negar palabras, es abrir distancias. Que encontrarse es muy hermoso. Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida. Que la vida parte del sexo. Que el por qué de los niños, tiene su por qué. Que querer saber de alguien, no es sólo curiosidad. Que saber todo de todos, es curiosidad malsana. Que nunca está de más agradecer. Que autodeterminación no es hacer las cosas solo. Que nadie quiere estar solo. Que para no estar solo hay que dar. Que para dar, debemos recibir antes. Que para que nos den también hay que saber pedir. Que saber pedir no es regalarse. Que regalarse en definitiva no es quererse. Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos. Que para que alguien sea, hay que ayudarlo. Que ayudar es poder alentar y apoyar. Que adular no es apoyar. Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara. Que las cosas cara a cara son honestas. Que nadie es honesto porque no robe. Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo. Que para sentir la vida hay que olvidarse que existe la muerte. Que se puede estar muerto en vida. Que se siente con el cuerpo y la mente. Que con los oídos se escucha. Que cuesta ser sensible y no herirse. Que herirse no es desangrarse. Que para no ser heridos levantamos muros. Que sería mejor construir puentes. Que sobre ellos se van a la otra orilla y nadie vuelve. Que volver no implica retroceder. Que retroceder también puede ser avanzar. Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol. ¿Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida?
«Si uno es diferente está condenado a la soledad.» Aldous Huxley.
«Aunque el camino sea difícil, siempre hay una salida. Mereces lo que sueñas.» Cerati
“Entonces, te das cuenta de que de eso se trata el amor, de lecciones, de libertad, de aprender y enseñar. De eso se trata, de coincidir con gente que te haga ver cosas que tú no ves, que te enseñe a mirar con otros ojos.» Mario Benedetti
«Vivir no admite espera.» Annie Lou
«Persigo la felicidad y la montaña responde a mí búsqueda.» Chantal Maduit
«Las mejores personas poseen un sentimiento de belleza, el coraje para tomar riesgos, la disciplina para decir la verdad, la capacidad de sacrificio. Irónicamente, sus virtudes los hacen vulnerables. A menudo son heridos, a veces destruidos.» Ernest Hemingway
«Uno debe inventarse a sí mismo todos los días y no sentarse a ver cómo el mundo pasa allí adelante, sin que uno participe.» Ray Bradbury
«Sólo entre gente de bien puede existir la amistad, ya que la gente perversa sólo tienen cómplices; la gente interesada tiene socios; la gente política, tiene partidarios; la gente de la realeza tiene cortesanos; únicamente la gente buena, tiene amigos.» Voltaire
«La cantidad de mundos que con los ojos cierras, que con los ojos abres.» Miguel Hernández
«Vive tu vida como si subieras una montaña. De vez en cuando mira hacia tu alrededor y admira las cosas bellas en el camino. Sube despacio, firme y disfruta cada momento hasta llegar a la cumbre.» Harold V. Melchert.
Os comparto este hermoso texto que invita a una reflexión interesante y profunda:
«Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo… ¡Qué importa eso!. Tengo la edad que quiero y siento.
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido. Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos. ¡Qué importa cuántos años tengo!.
No quiero pensar en ello. Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo. Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás. Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusionesse convierten en esperanza. Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirseen el fuego de una pasión deseada. Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el caminoderramé al ver mis ilusiones rotas… valen mucho más que eso.
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!. Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa!. Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento.
Ultimamente vaya donde vaya noto que casi todas las personas con las que coincido están muy preocupadas. Preocupadas por alcanzar la felicidad, preocupadas por no perder el tiempo, preocupadas por no vivir para siempre. Desesperanza, angustia, decepción, enfado generados en este mundo moderno donde además los medios de comunicación se centran en los desastres, los sucesos negativos y la violencia. Esto nos produce una sensación permanente de que el mundo que nos rodea es complicado, peligroso, poco amable, que no abunda el perdón o la comprensión.
Inmersos en esta espiral cada vez más personas son propensas a sufrir ansiedad. La ansiedad forma parte de este estilo de vida que todos podemos cambiar escapando de su influencia.
Desde mi experiencia os comparto estrategias que a mi me funcionan:
Encontrar un momento para nosotros mismos en estas vidas tan ocupadas y frenéticas es importante. Tomate al menos 10 minutos al dia para ti. Para relajarte, escuchar musica, desconectar de la prisa.
Cambia de perspectiva para mirar tu vida, enfócate a la calma. Valora lo que tienes, agradece. Pon el foco en ello y olvídate de lo que te falta.
Elige las noticias y medios de comunicación que lees y ves y también el tiempo que destinas a ello. En su lugar recreate en noticias buenas y positivas que las hay.
Practica la solidaridad a través de la ternura, acompaña o cuida amorosamente a los demás. Hay muchas formas de hacerlo una es el voluntariado.
Escucha música que te genere otro estado de ánimo. A mi me encanta escuchar música clásica por ejemplo.
Si tienes oportunidad sal a un parque cercano y disfruta de un paseo de 5 minutos, la naturaleza es básica para nuestro bienestar.
Me encantará saber si alguna te va bien y consigue conéctarte a la serenidad como a mi me ocurre cuando las llevo a la práctica.
Hoy os comparto la historia de una ostra que descubrió un día que un grano de arena se había alojado en el interior de su concha. Aunque era uno solo, le causaba mucho dolor, porque las ostras, a pesar de ser organismos muy sencillos, también tienen sentimientos.
¿Se quejó acaso aquella ostra del cruel destino que la condujo a su lamentable situación? ¿Maldijo al gobierno que lo había permitido? ¿Sostuvo que el mar tenía la obligación de protegerla? ¿Se sintió ofendida con las mareas por arrojarle la arena?
-No- se dijo la ostra dentro de su concha-. Puesto que no puedo sacar el grano de arena, trataré de mejorarlo.
Así pasaron los años y la ostra llegó a su destino final. En este caso llegó a manos de un pescador. El grano de arena, que tanto la había hecho sufrir, se había convertido en una hermosísima perla de brillo esplendoroso.
Ante la vida somos libres para elegir nuestras respuestas y responsables de sus consecuencias.
Os comparto este texto para reflexionar sobre esta cuestión:
«Un discípulo se dirigió a su maestro:
-¡Dime lo que es la libertad!
-¿Qué libertad? -le preguntó el maestro-. La primera libertad es la necedad. Se asemeja al caballo que, relinchando, derriba a su jinete. Pero tanto más fuerte siente su mano después. La segunda libertad es el arrepentimiento. Se asemeja al timonel que se queda en el barco naufragado, en vez de bajar al bote salvavidas. La tercera libertad es la comprensión. Ella viene después de la necedad y después del arrepentimiento. Se asemeja a la brizna que se balancea con el aire y, porque cede donde es débil, se sostiene.
El discípulo preguntó:
-¿Esto es todo?
Replicó el maestro:
-Algunos piensan que son ellos mismos los que buscan la verdad de su alma. Pero la Gran Alma piensa y busca a través de ellos. Al igual que la naturaleza, puede permitirse muchos errores, ya que sin esfuerzo sustituye a los jugadores equivocados por otros nuevos. A aquel, sin embargo, que deja que sea ella la que piense a veces le concede algún margen de movimiento, y como el río lleva al nadador que se entrega a sus aguas, también ella lo lleva a la orilla, uniendo sus fuerzas a las de él»
La rutina en ocasiones nos lleva a pensar en otro tipo de vida que anhelamos donde la aventura, el riesgo y la incertidumbre están más presentes. Nuestra existencia sería altamente valorada si supiéramos hacernos preguntas más interesantes como por ejemplo ¿cuál es el mejor momento del día? ¿qué es divertido ver?
Esta semana tuve oportunidad de hojear «El libro de la almohada» de Sei Shonagon donde la autora comparte ocurrencias, reflexiones y anécdotas como dama al servicio de la emperatriz en el Palacio Imperial de Kioto.
Su status de vida era alto aunque muy rutinario. En este diario cuenta como un viaje de un día para escuchar un sermón en un templo era el mayor viaje que había realizado nunca, o como parte de su trabajo consistía en estar en silencio la mayor parte del tiempo viendo a las mismas personas día tras día. Sin embargo en su libro transmite todo lo contrario.
En una parte del libro se hace preguntas como ¿Cuál es el mejor momento del día? y responde: «En verano de noche cuando llueve. En primavera el alba, cuando amanece y estoy observando la escarcha en las ramas de un ciruelo» A simple vista resulta algo sencillo aunque Sei se enfoca hacia esos pequeños momentos y les da un gran valor, los convierte en profundas fuentes de satisfacción.